Al atardecer, suena el timbre. El joven vecino viene a tomar el té. La mujer madura lo recibe con un fino camisón, le sonríe, lo desnuda con la mirada, lo sienta en el sillón, se acerca a él, roza su pierna con la suya, lleva lentamente la mano hacia su entrepierna y, al sentir que se endurece, se muerde los labios, se inclina hacia su oído y le dice que hace años que no veía una polla tan dura. Levanta al joven, lo lleva al dormitorio y apaga la luz. Se quita el camisón por los hombros y deja al descubierto sus grandes pechos. El joven se queda sin aliento. La mujer se baja los pantalones, agarra su miembro erecto, se lo mete en la boca, lo chupa y lo lame. El joven tiembla. La mujer se tumba boca arriba en la cama, abre las piernas y le dice: «Ven, métemela, te he echado de menos». El joven no puede aguantar más, se pone encima de ella y la penetra lentamente. La madura se traga el miembro del joven por completo , la mujer gime, levanta las caderas, quiere que él la penetre más profundamente, el joven acelera, le agarra los pechos, la mujer se vuelve loca de placer, le rodea la cintura con las piernas y se pega a él.