A la madrastra le gusta que la follen duro en el sofá

El joven no podía dejar de mirar los rasgos maduros de su madrastra, sus caderas llenas y sus pechos firmes, aunque caídos. Mientras ella caminaba por la casa, se hizo evidente que no llevaba nada debajo de su fina bata, y su deseo por ella crecía día a día. Una noche, mientras ella estaba tumbada en el sofá viendo la televisión, él se sentó a su lado. Su mano temblorosa le tocó la pierna. Ella sonrió, abrió las piernas y se dejó llevar por completo. Él le quitó la bata, abrazó su cuerpo desnudo y comenzó a chuparle los pechos. Ella gimió y le acarició el pelo con los dedos. La tumbó en el sofá, le puso las piernas sobre los hombros y la penetró. Comenzó a empujar con fuerza, sus caderas hundiéndose en el sofá con cada movimiento, sus gritos de placer llenando la sala de estar. La mujer le clavó las uñas en la espalda, invitándole a penetrarla más profundamente. El momento duró como una escena de porno incestuoso. Mientras ella se retorcía debajo de él, experimentando un orgasmo tras otro, él se corrió dentro de ella. Ambos se derrumbaron, temblando, sobre el sofá. Habían experimentado el amor prohibido en su forma más dura.
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